La paradoja del valor: ¿por qué son más caros los diamantes que el agua?

Ante esta pregunta el economista Adam Smith (1723-1790) lo resumía de manera brillante: «Nada es más útil que el agua; pero esta no comprará nada; casi nada de valor puede ser intercambiado por ella. Un diamante, por el contrario, tiene escaso valor de uso; pero una gran cantidad de otros bienes pueden ser frecuentemente intercambiados por este».
Otro punto que también debemos considerar es que el agua es más fácil de obtener a comparación de un diamante. Por ejemplo, incluso con la lluvia ya podemos conseguir algo de agua sin ni siquiera habernos propuesto conseguirla. En cambio el diamante requiere de exhaustivas búsquedas en el subsuelo. El valor de un bien no es siempre el mismo. Depende de ciertas circunstancias y del valor que le den los individuos, independientemente de que sea necesario para sobrevivir o no. Y este valor que le damos a las cosas depende de lo abundante y disponible que esté.
De la misma manera, el aire está disponible en la atmósfera para todas las personas y seres vivos, y por eso es gratis. Sin embargo, hay situaciones en las que tendremos que pagar por disponer de aire. Pensemos en los buzos que descienden al mar o los alpinistas que tienen que subir a una montaña a gran altitud. Se paga por el aire porque es un bien escaso y, por tanto, compran tanques de oxígeno.