Narramos un cuento
El hueso de la ciruela
Una madre compró ciruelas para darlas de postre a sus hijos. Las ciruelas estaban en un plato. Vania no había comido nunca ciruelas y no hacía más que olerlas. Le gustaron mucho. Y sintió deseos de probarlas. Todo el tiempo andaba rondando las ciruelas. Y, cuando se quedó solo en la habitación, no pudo contenerse, tomó una ciruela y se la comió. Antes del almuerzo, la madre contó las ciruelas y vio que faltaba una. Se lo dijo al padre.
Durante el almuerzo, el padre preguntó:
—Decidme, hijitos, ¿no se ha comido ninguno de vosotros una ciruela?
Todos dijeron:
—No.
Vania se puso rojo como la grana y dijo también:
—Yo no me la he comido.
Entonces, el padre dijo:
—Uno de vosotros se la ha comido, y eso no está bien. Pero no es lo peor. Lo peor es que las ciruelas tienen huesos, y si alguien no sabe comerlas y se traga uno, se muere al día, siguiente. Eso es lo que temo.
Vania se puso pálido y dijo:
—El hueso lo arrojé por la ventana.
Todos se echaron a reír, pero Vania estalló en sollozos.
FIN
Adaptado de: https://www.martesdecuento.com/2018/08/28/el-hueso-de-la-ciruela/