El almohadón de plumas
Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada.
Al día siguiente amaneció desvanecida.
El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.
—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—.
Tiene una gran debilidad que no me explico, sin vómitos, nada… Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.
Al otro día Alicia estaba peor. Hubo consulta y se constató una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se extinguía visiblemente.
Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio.
Se pasaban las horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba.
Recuperado de https://www.literatura.us/quiroga/plumas.html