Dos cuentos populares rusos para niños
Cuento infantil: El cuervo y el cangrejo
Iba volando un cuervo sobre el mar cuando vio que un cangrejo salía a la arena, lo agarró -¡zas!- y tiró hacia el bosque para merendárselo, pensando en cualquier rama.
Al darse cuenta de que iba a morir, le dijo el cangrejo al cuervo:
–Oye, cuervo, ¿sabes que yo he conocido a tu padre y a tu madre? Son gente muy buena.
–Hmmm –contestó el cuervo sin abrir el pico.
–También he conocido a tus hermanos y a tus hermanas. Valen mucho también.
–Hmmm…
–Sin embargo, por buenos que sean, contigo no se pueden comparar. Tengo la impresión de que no hay nadie más listo que tú.
–¡Claaa-ro que no…!
Y al abrir el pico para graznar con todas sus cuentas, el cuervo dejó caer el cangrejo al mar.
Cuento infantil: La grulla y el flamenco
Andaba volando una lechucita sin pizca de seso en la cabecita. Vuela que te vuela, al fin se posó, agitó la cola, miró en derredor y otra vez voló. Vuela que te vuela, se volvió a posar, agitó la cola, miró en derredor… No hagas caso de esto, que ahora viene el cuento.
Una grulla y un flamenco habitaban en un pantano y se habían hecho una casita cada uno en los extremos opuestos. Al flamenco le pareció aburrido vivir solo, y pensó en casarse: “Voy a pedir en matrimonio a la grulla”, se dijo.
Allá fue el flamenco –¡plaf, plaf! –, chapoteando siete verstas por el pantano. Llegó y preguntó:
–¿Está en casa la grulla?
–Aquí estoy.
–¿Quieres casarte conmigo?
–No, no me casaré contigo. Tienes las patas largas, el traje corto y el vuelo tardo. Además, ¿con qué ibas a mantenerme? Márchate, largirucho.
El flamenco volvió a su casa como había venido.
Luego la grulla reflexionó.
–En lugar de vivir sola, mejor haría casándome con el flamenco.
Conque fue a verle y le dijo:
–Cásate conmigo.
–No. ¿Qué falta me haces? No quiero casarme ni tomarte por mujer.
La grulla se echó a llorar de vergüenza y volvió a su casa.
Pero el flamenco se puso a pensar:
–No debía haber rechazado a la grulla. Vivir solo es muy aburrido. Iré a pedírselo otra vez.
Conque llegó y dijo:
–Lo he pensado mejor, y quiero casarme contigo. ¿Aceptas, grulla?
–No, flamenco. No me casaré contigo.
El flamenco se volvió a su casa.
Entonces fue la grulla la que se puso a cavilar.
–¿Por qué lo habré rechazado? ¿Qué sentido tiene vivir sola? Mejor haré casándome con el flamenco.
Y fue a decírselo al flamenco, pero él no aceptó.
Desde entonces así andan, yendo el uno al otro a pedirse en matrimonio, sin acabar de casarse.
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