Fragmento de Crónica de una muerte enunciada

(Garcia Marquez, Gabriel)

Apenas aparecí en la puerta me confundió con el recuerdo de Santiago Nasar. Estuvo un largo
rato sentada en la hamaca, hasta que se le pasó la ilusión (…). Entonces suspiró: «Fue el hombre
de mi vida». Yo lo vi en su memoria. Había cumplido 21 años la última semana de enero, y era
esbelto y pálido, y tenía los párpados árabes y los cabellos rizados de su padre. De ella heredó el
instinto. De su padre aprendió desde muy niño el dominio de las armas de fuego, el amor por los
caballos y la maestranza de las aves de presas altas.

 

 

 

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