Un ejemplo exitoso de asociatividad en el Perú tiene un nombre: la Red de Organizaciones de Pequeños Productores Agroexportadores del Norte (REDOPAN), que ha exportado alrededor de US$ 50 millones en productos, beneficiando a cerca de 10 mil familias dedicadas al cultivo del cacao, café, banano, frijol, panela y mango orgánico.

Por ello, desde el Ministerio de Agricultura (MINAG), se viene impulsando la asociatividad como un componente clave para beneficiar a los medianos y pequeños productores, a fin que puedan articularse de manera ventajosa al mercado, para darle valor agregado a la producción y obtener mejores precios por sus productos. Según manifestó el Ing. Augusto Aponte, asesor del despacho de Agricultura, durante la videoconferencia «Asociatividad para la inserción a los mercados», organizada por la Dirección de Información Agraria (DIA) de la Dirección General de Competitividad Agraria (DGCA) para las Direcciones Regionales Agrarias.

El especialista también citó otro caso exitoso de asociatividad en el sector cafetalero, que en la actualidad es el mejor organizado en el país. Por ejemplo, a nivel nacional el 32% de las familias productoras de café (de un total de 160 000) están organizadas en cooperativas, generando ventas al exterior en el orden de los US$ 1 580 millones al año, equivalente al 33% de las exportaciones agropecuarias.

También el sector cafetalero involucra a alrededor de un millón de personas relacionadas directa e indirectamente con esta actividad productiva.

Otro caso emblemático es la organización de bananeros del valle de Chira en Piura, donde el 95% están organizados y es el principal exportador de banano orgánico a nivel nacional.

Los casos citados demuestran que la asociatividad es un medio para insertarse en mejores condiciones al mercado regional, nacional e internacional, por sus ventajas comparativas y convertirse en un mecanismo para promover la inclusión y mejorar las condiciones de vida.

Por ello, es importante el conocimiento del mercado, de lo contrario es poco probable que estas asociaciones agrarias empresariales puedan sobrevivir.

En forma paralela, se necesitan inversionistas que en un trabajo conjunto con las regiones formulen propuestas y proyectos agroindustriales, que permitan añadir valor agregado a la producción del pequeño productor y poder ser competitivo en el mercado.